Hay tiempo para todo, para que los charcos contemplen las nubes, para que los puentes vigilen al rio, para que la gente viva. Hay tiempo, tiempo de sobra, tiempo de sobre, pero siempre hay tiempo, esa palabra a la que no encuentro sinónimo por ser tan grande. Sin duda lo amamos, lo deseamos, lo ignoramos y criticamos. El tiempo no es el agua ni el cielo, no es la aguja tropezándose en los números ni los párpados subiendo y bajando, sino todo a vez y todo ordenado. Para unos puede ser la hora del café, la hora de dormir, la hora de salir. Puede ser pitido incesante a veces estridente pero siempre constante, es un ciego dios que solo actúa, pero lo guardamos como bueno o malo todo lo que libera.
Para otros puede ser acelerar, salpicar, descansar y olvidarse o ponerse las pilas y estresarse. La vida es un limite que son las nubes, allí donde se sueña, allí donde se alcanza el deseo y la sonrisa permanente, todo lo que esta guardado en nosotros y lo que nos guarda como regalo, con ansia de entregarlo pero cauto de no ser descubierto. El sueño se proyecta en la tierra que soporta nuestros pies y caprichos, y la tierra a veces trabaja recogiendo las lagrimas en pañuelos nuevos y los seca, y se los devuelve a los que lo abandonaron. El agua que recoge la tierra vuelve al cielo celoso al q pertenece y así tu y yo seguimos luchando por lo que amamos cuando todos hablan sin oírnos y cuando es lo único que nos importa y que nos levanta después de precipitarnos hacia nuestros pies. Los pies en la tierra y la mente en el cielo, y que tus ojos sean una ballesta recargada por el tiempo, por la tierra, por la vida, y que después de todo, la flecha alcance con su brillante filo a las delicadas nubes que guardan como globos tus sueños.