Al fin encontré tu mirada,
Y el mundo entero se me vino encima.
Como en el pecho clavada una espada,
No te pude declarar mi estima.
Tu mirada clavada en mí hallé,
Y me sumergí en el profundo océano,
Que creó tu alma en mis deseos.
La emoción se apoderó de mí
Y volviéndome loco comprendí
Que un segundo sin ti no es vida,
Que es gracias a ti
Que veo el sol cada día.
Cuando de miras, renazco;
Cuando me escuchas, existo;
Cuando me hablas, me desvanezco.
El miedo se adueña de mí,
Por imaginar que no estará contigo
Por pensar que el tiempo junto a ti
Se agota, y dejo de existir.
Por ti nació mi pasión
Porque me fundiste como acero
Porque eres mi musa, mi razón
Por ti vivo y por ti muero,
Por conseguir tu corazón.
Y en este mundo adverso,
Si a tu lado no vivo, expiro.
Y de morir enamorado, inmerso
En el espacio me hallo de un suspiro,
Por no poder dedicarte un verso.
Inés Martínez Ortega
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