Hombres y mujeres desagradecidos sustento de la vida
Se quejan de su suerte viviendo lujosamente
Mujeres y hombres perdidos en la miseria,
Continuo sacrificio, mueren de malaria, sida o difteria.
Niños con exceso de todo, suyo es el mañana,
Sonríen, juegan, viven; pero en su alma, nada.
Hijos del sufrimiento, de su existencia dueños,
La solidaridad de pocos les salva, y en su alma, sueños.
Anhelos que se pierden en la desigualdad,
Vidas que se olvidan en la injusticia.
Aprender debemos en este mundo
A sentir con compasión
A entender con empatía
A entregar con generosidad
Y a no ignorar la realidad.
Nosotros, los ingratos afortunados, que sentimos
El dulce calor de la mañana,
Que disfrutamos cada día,
Junto a él sentimos vida que llena
Y nos da alegría.
Pero, y los moribundos,
Y aquellos apartados de esperanza y vida
Y los llamados del tercer mundo
Y los que nace y viven en sin comida.
¿Esos no necesitan nuestra ayuda?
Esas son aquellos a los que negamos dar auxilio
Son aquellos cuya piel desnuda
Se desgarra con la crueldad humana y sin alivio.
Aún las lágrimas descienden por sus rostros
Aún los astros presencian su tristeza
Su libertad atrapada está en sus ojos
Pero sus deseos de vivir son fuerza.
Se quejan de su suerte, mientras la delicada seda les rodea,
Verde fugaz, mirada flecha,
Cuya estela se apaga, negra, sin fuerza.
Solo, una niebla me lleva
Viendo, desolado triste, con pena
Que, casual, elige la fortuna
A nosotros mil veces, y a ellos, ninguna.
Labios, dad vuestro último suspiro
Alma, llora y ven para que sufra contigo
Porque cielo y tierra lamentan tu castigo
Porque cruel e injusto es el destino.
Su sombra, su suerte, les abandona
Risas, vidas, expiran
Ante realidad aterradora.
Destello azul, libre canción
Sangrado triunfo cercano,
Puro espíritu, fuego, pasión
Les llena, dulce, suave, piano.
Inés Martínez Ortega
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